domingo, 26 de julio de 2020

Manuel Barttlet, a la cabeza del compromiso con el cambio de la 4T

A estas alturas de la vida democrática mexicana ya debería ser claro para el elector que más allá del candidato, el equipo que lo acompaña será la diferencia en el gobierno. Sexenio tras sexenio, al ver los nombramientos de los equipos de transición
y su posteriores roles dentro del gabinete empiezan las decepciones de los votantes, háblese de los partidarios de Enrique Peña Nieto al ver a la vieja guardia priista cuando se pensó que había votado por un nuevo PRI o háblese del gabinete de la 4ta transformación al ver personajes como el mal afamado Manuel Barttlet. Gobernar no es solo la toma de decisiones, es la capacidad de dirección y la firmeza para asumir retos y compromisos, dado que no todo está a la vista del presidente, el grupo que lo rodea en la administración es de absoluta relevancia.
Hablar de funcionarios experimentados o novatos, es irrelevante, los años dentro del aparato burocrático no son un estándar para determinar la disposición de conocer, rectificar o continuar con el trabajo realizado en las dependencias. Bajo la promesa de una 4ta transformación tan profunda como la independencia, la reforma y la revolución, un gobierno con altas expectativas amerita la revisión de toda la estructura y todos los procesos que competen a la administración pública federal; desde luego mantener lo que funciona, como ha sido el caso de las líneas de crédito del Fondo Monetario Internacional o las coberturas petroleras, pero sin tener miedo a los cambios de fondo, y hoy por hoy la apuesta de cambio desde adentro como gobierno para la transformación ha quedado corto.
Un fenómeno común en una burocracia anquilosada y complaciente (o el elefante reumático como la llamó el presidente) es irse por el camino fácil, al presentarse los temas a cargo de los nuevos funcionarios se tienen dos opciones, o se mantiene el trabajo del área a su cargo, o se va a fondo en la comprensión de lo que se espera de esta y se replantea. En año y medio de la administración López-Obradorista parece que la mayoría ha optado por la primera, la vía fácil, el llegar, preguntar a los subalternos que se hace y ordenar continuar bajo los mismos rieles. Nuevamente, no es una cuestión de experiencia o falta de ella, tanto como puede tomar las riendas un viejo burócrata y llevársela sin complicaciones por todo el sexenio, como puede llegar una persona ajena a la administración pública y preferir afrontar los retos. El hecho es que esa no es la ruta para ninguna transformación. Uno a uno de los equipos de las diferentes dependencias deberían ser evaluados bajo un criterio de alta eficiencia y cumplimiento con sus objetivos.
Bajo un criterio transformador resultaría que en primera instancia entre quienes se han atrevido a buscar el cambio se encuentra ni más ni menos que el mencionado Bartlett. El señor de las múltiples casas es el que ha estado más dispuesto a cuestionar y remover los cimientos de instituciones anquilosadas por el tráfico de influencias. Su reputación ya de por si no muy buena ha sido profundamente cuestionada y sin duda ha afectado la de la presidencia, pero los criterios buenos o malos tanto de los contratos con privados para el traslado de electricidad como en la compra de energías limpias a privados muestran un trabajo para cambiar la dirección planteada desde la titularidad del ejecutivo. Si los medios y la opinión pública que alimentan son la mayor de las resistencias ¡Bienvenidas! Para una sociedad altamente indignada y abusada por el estatus quo, la percepción de que se están buscando cambios será recompensada; para muestra lo favorable de las opiniones respecto de los recientes recortes salariales en la administración pública. Además de Barttlet ¿qué Secretarios, subsecretarios o directores generales están sacando la cara por la 4ta transformación?

miércoles, 1 de julio de 2020

Sin sustituto aun para el elefante reumático

Seguramente una de las anécdotas de este sexenio para la historia será aquella donde el presidente Andrés Manuel López Obrador se refirió al gobierno como un “elefante reumático y mañoso” diseñado para negocios y el tráfico de influencias. Difícilmente habrá ciudadanos que no tengan experiencias que le hagan estar de acuerdo con esa afirmación.

En línea con la aseveración del presidente, se ha emprendido una purga hacia el interior del gobierno federal, por un lado, mediante el desmantelamiento de facto de los elementos de gobernanza especial para temas considerados “especializados” como telecomunicaciones o energía; por otro se desincentiva la continuación de los cuadros “experimentados” con recortes salariales. Ambas medidas están legítimamente justificadas, la primera bajo la consideración de que el otorgamiento de “autonomía” en algunos campos no es sino una manera de mantener limitado el alcance del poder transformador del nuevo gobierno, diseñado en su momento, para dar cierto grado de certeza a particulares dentro de una perspectiva pro mercado. La segunda con la intención de permitir la salida de los cuadros que por años han sido recompensados desde el poder con posiciones cómodas en la administración, en donde una disminución salarial desincentivaría aquellos con falta de vocación pública.

El problema es que el aparato burocrático es la estructura más sólida para el logro de los objetivos de cualquier propuesta política y solo se está desarticulando la parte que se considera dañino sin fortalecer los aspectos positivos. Sin las reglas que lo constituyen, todo trabajo, proyecto o tarea gubernamental por más bien intencionado que sea, llevado a cabo por fuera de ella son un hecho de corrupción. Las reglas aplicadas o no, en la administración pública están orientadas para tener certeza y transparencia de los recursos públicos, de ninguna manera el manejo de éstos recursos puede delegarse al gobierno bajo su total discreción como si se tratara de un acto de fe. La administración pública no es un mal necesario, es el brazo ejecutor.

Si bien en palabras del presidente, se están asentando las bases de la 4ta transformación, en camino a los 2 años de gobierno no se ha establecido una ruta que replantee la administración pública con mayor eficiencia, se eliminan los excesos sí, pero no se da el siguiente paso que consiste en el reclutamiento y selección de los mejores y más aptos servidores públicos. El servicio profesional de Carrera es una excelente vía, pero que desde su instauración en 2002 ha sido desvirtuado por concursos a modo o haciendo de la excepción la regla para otorgar plazas sin concurso. Es tiempo de darle oportunidad a todos los profesionistas ansiosos de apoyar el proyecto trasformador, a los jóvenes recién egresados y a las mujeres que buscan la igualdad de oportunidades; de reivindicar el papel de los servidores públicos pues contrario a lo que señalan los favorecidos de antaño, no todo el interés es monetario, la vocación es un gran aliciente y un Servicio Profesional de Carrera justo sería la mejor manera de dejarlo claro.