jueves, 31 de agosto de 2017

Fintech, no gracias.


Esta semana el bitcoin llega a los $4,300 USD, o a una cotización en por arriba de los $80,000MXN; cifras bárbaras, sobre todo si tomamos en cuenta que a principios de año muy pocos habíamos escuchado siquiera la palabra “bitcoin” y que siguen siendo pocos los que saben para que sirve, además de ser un medio para la especulación. Lo único evidente para cualquiera que lo analice es que es una burbuja, un producto que se adquiere esperando ser vendido en el futuro a un mayor precio, de ahí que su costo actual sea el doble que hace tan solo mes y medio.

El bitcoin es una innovación tecnológica con un fundamento teórico atractivo, parte de una corriente trasformadora que tiene el potencial para ser calificada como una nueva revolución industrial. Esta revolución industrial está basada en la explotación y análisis de datos a gran escala y en la automatización de la toma de decisiones, lo cual en los sistemas financieros amenaza al mismo tiempo a los empleos de los corredores bursátiles como a los mismos bancos; los segundos, al no adaptarse a esta tendencia pueden perecer en la destrucción creativa shumpeteriana, olvidados bajo el efecto Kodak.

El lado positivo de tal revolución industrial es la promesa de mejores servicios financieros, la puerta a la inclusión financiera, el crédito personalizado, no más asimetrías de información, no más costos por garantías; el traje crediticio a la medida del usuario.

Suena bien, solo que, como usuario, la experiencia del desplazamiento humano por sistemas personalizados no me deja satisfecho, más bien escéptico. Los servicios financieros a través de plataformas tecnológicas no son novedad, lo fueron en su momento los cajeros automáticos y la banca telefónica; ambas al día de hoy no son del más alto estima de los clientes bancarios.

Hoy con casi 10 años de experiencia en el mundo financiero, y con estudios especializados en la materia, desconfío de los sistemas tecnológicos para resguardar mis recursos; no usarlos no es una opción, pero no dejo de tener temor de los errores “no humanos” por una sola razón, cuando existe una persona detrás de las instituciones, éstas están abiertas a aceptar un error, cuando es un programa, el cliente miente, el sistema nunca se equivoca y, por tanto, el cliente siempre pierde.

Tengo los mismos problemas que todos los usuarios de servicios financieros en México, cargos indebidos, el cajero automático no me devuelve la tarjeta, ciclos sin fin en los menús telefónicos, falta de respuesta en las sucursales bancarias porque el sistema está automatizado, etc. En todas ellas el resultado de la conciliación siempre es contraria al usuario.

Banca digital, instale una app, pida el token, escriba la clave aquí, otra clave, foto del iris, etc. Todos los posibles escenarios están fríamente considerados, el sistema funciona, no falla, está programado. ¿Y si no hay internet? ¿Y si no hay pila o electricidad?

Lo siento mucho, pero bajo el actual contexto de protección al consumidor, Fintech, no gracias.