Ganador del premio nobel de la paz en 1973
Henry Kissinger se arriesga a escribir un libro tan ambicioso como extenso, más
de 800 páginas de un juego de "risk" de 400 años.
Sin duda vale la pena leer a Kissinger en
"la diplomacia", un libro que refleja el pensamiento estratégico de
un actor político, erudito sin duda, en el que no solamente buscó completar su
propia trascendencia histórica sino convencer a aquellos lectores sin un
posicionamiento en política internacional de que los Estados Unidos de América
han actuado acorde a las circunstancias siempre bajo el principio de bienestar
común, entendido como bienestar para la humanidad.
Por otro lado, para aquellos con un conocimiento
más profundo de las relaciones internacionales, el inicio del libro podría
causar aversión debido a que su introducción expresa las buenas intenciones de
la nación americana y sus deseos para un mundo mejor, lo que la evidencia
histórica claramente contradice.
No obstante, el título y la ambición del autor
generan una enorme curiosidad como para detenerse al primer intento.
Inmediatamente, nos encontramos en la Europa del siglo XVII con el cardenal
Richelieu y la Razon de Etat, y no hay forma de abandonar la lectura.
Una excelente narrativa del autor sobre la
historia de las ideas políticas, sin distraerse en el intento, Kissinger
desmenuza las circunstancias, elementos, coincidencias y argumentos de “todos
los hombres del Rey” pero de todos los reyes, solo política, sin pasiones.
Atraviesa magistralmente la configuración de Europa,
el congreso de Viena, el Tratado de Versalles y finalmente, al pasar de la
primera guerra mundial a la segunda, el autor se vuelve pasión y nunca más
vuelve a recuperar el sentido histórico en su libro. Por una sola causa, la
idea de que los Estados Unidos guiados por un concepto de moralidad intervienen
en las relaciones internacionales; una ingenuidad.
Sin duda en este punto del libro y en adelante,
el premio nobel dejará puñados de lectores por el camino. La guerra fría y la
guerra de Vietnam no solamente fueron un pantano en la historia, también en el
libro, cuando uno piensa que va a salir de él encuentra otro capítulo igual de
largo y tedioso que el anterior.
Sin grandes conclusiones, Kissinger cierra con
ideas sobre el futuro del orden internacional. De cualquier manera, después de
400 páginas de una excelente perspectiva de la escuela realista de las
Relaciones Internacionales, suena justo agradecer al autor y son suficientes
para formarse sus propias conclusiones.
La mía es sencilla, en las relaciones
internacionales, las reglas del juego, tanto aquellas explicitas como el
derecho internacional, como las implícitas como las alianzas, aplican a los
jugadores capaces de defenderse y con fichas en la bolsa, ya sea una bomba o
con fuentes de energía. Si no las tienes no esperes consideraciones, justicia,
amistad o respeto. En el mundo sobran aquellas entidades llamadas
estados-nación dentro de un tablero limitado a los jugadores con las
mencionadas características.
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