domingo, 23 de noviembre de 2014

La señora de la casa



En un contexto de hartazgo social que jamás esperó el gobierno de Enrique Peña Nieto que se desencadenara por la desaparición de 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa, uno tras otro salen escándalos que amenazan, en sus palabras “su proyecto de nación”.

El descubrimiento de una enorme casa en una zona residencial exclusiva propiedad de la esposa de EPN se convirtió en un evento más del espiral de ilegitimidad en que ha caído el presidente. En cualquier otra circunstancia, el descubrimiento periodístico hubiera quedado como un botón de muestra de la distancia entre el poder y la opinión pública. En esta ocasión ha sido el más claro ejemplo de la distancia entre los gobernantes y la sociedad a la que gobiernan.

Como salida fácil para cubrir los ataques mediáticos, EPN dispuso que su esposa Angélica Rivera diera la cara ante los medios para aclarar la posesión del inmueble. El suceso no pudo haber sido más desastroso.
Con firmeza, la primera dama narro los hechos sobre como obtuvo la casa. Declaró que por medio de su trabajo de muchos años en la empresa de televisión “Televisa”, fue que la obtuvo, pero que “aun sigue pagándola”. Narro como es su relación con el contratista Juan Armando Hinojosa Cantú, casualmente el mismo dueño de la empresa que había ganado, asociado con empresas chinas, la licitación para la construcción del tren de alta velocidad México - Querétaro.

Finalmente señaló con un tono seco, que no era su responsabilidad llevar a cabo una declaración patrimonial, puesto que ella no es servidora pública, y que si estaba dando explicaciones sobre la posesión de una casa descubierta por los medios, así como otras propiedades, era para proteger a su familia, punto final.

Por su lado, EPN se vio obligado por las mismas causas a hacer pública su declaración patrimonial. Antes lo había hecho, pero ante las circunstancias y dudas de la opinión pública, daría mayor información.

Dejando de lado las apreciaciones sobre lo declarado por la pareja presidencial, resulta evidente para cualquier analista político la situación del país solo mediante el asunto de “la casa blanca”. Lo nota la prensa nacional y la prensa internacional, la misma que hace unos meses lo ponía en la portada de sus ediciones y hablaba del “mexican moment”.

Todo el mundo lo sabe, quizá excepto ellos, los gobernantes, y por obvias razones. El pueblo y el gobierno viven mundos diferentes, atienden mundos diferentes y se mueven en mundos diferentes. Hablar de cifras millonarias, de propiedades de millones de dólares, de justicia y legalidad, son cosas que resultan ajenas a la sociedad mexicana.  Eso es lo que jamás entenderá la clase política. 

Para peña nieto, su familia y demás miembros de la clase gobernante tener un trabajo bien pagado es natural, que el sistema de justicia funcione es natural, que sus decisiones sean lo correcto es natural.

Jamás han sentido la injusticia, el rechazo, el salario mínimo, los abusos, la impunidad, porque cuando sólo el 7 % de la Población económicamente activa gana más de 10 mil pesos mensuales, los funcionarios públicos tienen aguinaldos superiores a los 100 mil pesos y son ellos la ley y la justicia[1]

Ese es el trasfondo de las manifestaciones, Ayotzinapa fue la chispa que encendió la mecha, y EPN no es más que la cara visible del sistema que los mexicanos queremos cambiar. De aquí en adelante cualquier paso en falso será el desplome del sistema desde ahora condenado. 

Es la actualización de la sociedad mexicana con el despertar político latinoamericano, es la primavera mexicana, es nuestro #quesevallantodos.

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