martes, 27 de enero de 2015

La integración que no fue y la desaparición de los visionarios



The Future of the Global Financial System: A Near-Term Outlook and Long-Term Scenarios

En 2009 en plena crisis financiera, con los países periféricos de Europa entre la espada y la pared por las deudas en moneda extranjera y el euro fuera de su control, el World Economic Forum  (WEF)   publicó un interesante documento titulado “The Future of the Global Financial System A Near-Term Outlook and Long-Term Scenarios” donde se plasmaban las posibles consecuencias para el sistema financiero en su conjunto, enfocándose en los aspectos de la hegemonía política que serian los que construirían la nueva arquitectura financiera internacional.

 En ese año nadie era optimista, no existían las certezas y si existían posibilidades de todo. En los escenarios del reporte, el WEF extrapolaba dos circunstancias, una vuelta a la normalidad pre-crisis con un sistema occidental dominante y una atomización nacional de los sistemas financieros, pasando por un regionalismo o un multilateralismo equilibrados.

A la vista de las circunstancias de ese momento, parecía el fin del sistema financiero de Bretton Woods de la segunda guerra mundial, parecía que nos alcanzaba un fin de ciclo de Kondrátiev y se abrían nuevas esperanzas, y dentro de las posibilidades del reporte, aquella que señalaba un equilibrio regional atraía todas las apuestas de los economistas, con Jim O´Neill hablando de los  BRICS con China como la nueva locomotora; y en Latinoamérica con perspectivas de justicia de múltiples décadas perdidas con un banco de nuevo tipo.
Ahora, a seis años de distancia, parece que nos despertamos nuevamente veinte años atrás. El dólar como en sus mejores años, los países de Latinoamérica tratando de arreglárselas para un nuevo ciclo de bajo crecimiento, Rusia devaluada y políticamente rodeada y China e India aplicando su pasividad milenaria en la economía y las relaciones internacionales.

Se fue la oportunidad de cambiar al mundo, paso delante de nuestras narices. Este año Henry Kissinger no solamente sigue vivo, sino que además continua en la escena, con su nuevo libro “World Order” no podría tener mejor nombre, no se atrevería a ponerle “el nuevo orden mundial” pues no hay tal,  no hubo un cardenal Richelieu asiático, no hubo un Bismark Latinoamericano que sumara fuerzas en las regiones en desarrollo. 

Al día de hoy el Banco del Sur no ha dado un solo crédito y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe se reúne por tercera ocasión bajo la promesa de la alternativa a la Organización de Estados Americanos, pero no asiste México y a ver quien más se baja del avión. 

A los gobernantes latinoamericanos les faltó sentido histórico, a aquellos con posibilidades reales, no trasnochadas. Muere Kirchner, muere Chávez y Lula rehúye a tomar el mando de UNASUR que termina quedando en manos de funcionarios de segundo orden.

Hoy más que nunca existen entidades regionales supranacionales, con acrónimos de todos tipos y para todas las causas, pero con un solo objetivo, como en las alianzas del siglo XIX en Europa, para no cumplirlas cuando más se requieran. 

Hay avances, alguno tiene que haber,  el mundo cambia evidentemente, pero parece que avanza un paso y retrocede dos… lo único que ofrece certeza es la historia, los imperios no son eternos, y los cambios sistémicos ocurren como un castillo de naipes que se derrumba súbita y ferozmente.  Se alegrarán los asistentes al WEF de la opción menos favorable a sus intereses… por ahora.

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