En 2009 en plena crisis financiera, con los países periféricos de
Europa entre la espada y la pared por las deudas en moneda extranjera y el euro
fuera de su control, el World Economic Forum (WEF) publicó
un interesante documento titulado “The Future of the Global Financial System A
Near-Term Outlook and Long-Term Scenarios” donde se plasmaban las posibles
consecuencias para el sistema financiero en su conjunto, enfocándose en los
aspectos de la hegemonía política que serian los que construirían la nueva
arquitectura financiera internacional.
En ese año nadie era
optimista, no existían las certezas y si existían posibilidades de todo. En los
escenarios del reporte, el WEF extrapolaba dos circunstancias, una vuelta a la
normalidad pre-crisis con un sistema occidental dominante y una atomización
nacional de los sistemas financieros, pasando por un regionalismo o un multilateralismo
equilibrados.
A la vista de las circunstancias de ese momento, parecía el fin del
sistema financiero de Bretton Woods de la segunda guerra mundial, parecía que
nos alcanzaba un fin de ciclo de Kondrátiev
y se abrían nuevas esperanzas, y dentro de las posibilidades del
reporte, aquella que señalaba un equilibrio regional atraía todas las apuestas
de los economistas, con Jim O´Neill hablando de los BRICS con China como la nueva locomotora; y en
Latinoamérica con perspectivas de justicia de múltiples décadas perdidas con un
banco de nuevo tipo.
Ahora, a seis años de distancia,
parece que nos despertamos nuevamente veinte años atrás. El dólar como en sus
mejores años, los países de Latinoamérica tratando de arreglárselas para un
nuevo ciclo de bajo crecimiento, Rusia devaluada y políticamente rodeada y China
e India aplicando su pasividad milenaria en la economía y las relaciones
internacionales.
Se fue la oportunidad de cambiar al mundo, paso delante de nuestras
narices. Este año Henry Kissinger no solamente sigue vivo, sino que además
continua en la escena, con su nuevo libro “World Order” no podría tener mejor
nombre, no se atrevería a ponerle “el nuevo orden mundial” pues no hay tal, no hubo un cardenal Richelieu asiático, no
hubo un Bismark Latinoamericano que sumara fuerzas en las regiones en
desarrollo.
Al día de hoy el Banco del Sur no ha dado un solo crédito y la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe se reúne por tercera ocasión
bajo la promesa de la alternativa a la Organización de Estados Americanos, pero
no asiste México y a ver quien más se baja del avión.
A los gobernantes latinoamericanos les faltó sentido histórico, a
aquellos con posibilidades reales, no trasnochadas. Muere Kirchner, muere Chávez
y Lula rehúye a tomar el mando de UNASUR que termina quedando en manos de
funcionarios de segundo orden.
Hoy más que nunca existen entidades regionales supranacionales, con
acrónimos de todos tipos y para todas las causas, pero con un solo objetivo,
como en las alianzas del siglo XIX en Europa, para no cumplirlas cuando más se
requieran.
Hay avances, alguno tiene que haber, el mundo cambia evidentemente, pero parece que
avanza un paso y retrocede dos… lo único que ofrece certeza es la historia, los
imperios no son eternos, y los cambios sistémicos ocurren como un castillo de
naipes que se derrumba súbita y ferozmente. Se alegrarán los asistentes al WEF de la
opción menos favorable a sus intereses… por ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario