El resultado electoral de 2018
estaba a la vista de quienes quisieran verlo desde por lo menos 2 años antes; por
un lado, un gobierno impresentable y trasgresor del mínimo respeto que la
sociedad mexicana se merecía, por otro, un candidato que repetía la lucha
histórica por el poder basado en la promesa de cambio en beneficio de los de
abajo de Salvador Allende en Chile y Lula da Silva en Brasil.
Hoy el efecto Andrés Manuel López
Obrador (AMLO) acapara todo el espectro, el poder político absoluto en el que
hoy por hoy no existe una oposición política real. Si bien para la elección de
2018 había oficialmente 9 partidos políticos nacionales, la sacudida del 2 de
julio hizo que el partido Nueva Alianza perdiera el registro, que Encuentro
Social (PES) se encuentre en veremos y que los partidos más grandes: Revolucionario
Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN), tuvieran una votación tan baja que
además de los costos de perder el poder, en los próximos años sufrirán una
enorme disminución en los recursos públicos que recibirán. La nueva
configuración política nos obliga a pensar en su futuro, por lo menos para las
próximas dos elecciones: 2021 y 2024.
Teóricamente, los partidos
políticos en México son la vía de acceso de los ciudadanos al poder. Pero que
ese sea el objetivo, no significa ni que logren el poder, entendido como el
acceso a puestos de elección popular, ni que no sean exitosos, en otros
términos, por ejemplo, como negocios.
Movimiento Ciudadano (MC), antes
Convergencia, apoyó a AMLO en las campañas de 2006 y 2012, en 2018 se decantó
por una alianza con el PAN y Partido de la Revolución Democrática (PRD). Aunque
el tener dos partidos identificados con la izquierda y uno de derecha,
parecería favorecer a los primeros, el peso específico del PAN lo hacía ser el pivote
sobre el cual gravitaban PRD y MC. La apuesta fue por un voto pragmático ajeno
a doctrinas partidistas y anti López Obrador. La estrategia de MC fue acompañar
la alianza, pero resaltar a figuras con buena reputación e imagen fresca, lo que
al final terminó por darle buenos resultados: la gubernatura de Jalisco y
escaños suficientes en el congreso para conformar su propia bancada. ¿Pudo
haberlo hecho mejor si hubiera ido en alianza con AMLO?, muy probablemente, tan
solo ver los resultados de los aliados de Morena: el Partido del Trabajo (PT) y
el Partido Encuentro social (PES) es suficiente para darse cuenta, pero que MC
trate de conformar una identidad propia como partido de izquierda parece
indicar que la apuesta por ser un partido con interés de obtener el poder es en
serio y planteada a mediano plazo. La cuestión es ¿podrán en algún momento
arrebatarle a AMLO la bandera moral? Dependerá que el primero cometa errores,
que ellos no los cometan y, sobre todo, que ante la sociedad se presenten como
un partido lo suficiente maduro como para trabajar por las causas justas de la
izquierda que ahora está en el gobierno, por lo pronto el sumar a su bancada a Noé
Castañón Ramírez ex priista expulsado por golpeador, no los ayuda para nada.
El Partido Verde (PV) es el
ejemplo de que en la política no solo es negocio lograr el poder, el PV ha sido
parte de la alianza electoral ganadora en 2000 y en 2012 con diferentes
partidos, ha logrado conseguir la votación mínima para mantener el registro y
la suficiente para negociar con los ganadores, a pesar de los costos
reputacionales que arrastra, es todo un
éxito en términos mercadológicos, el llamarse verde es el primero de ellos,
pues a pesar de tener un tucán, especie en peligro de extinción en su imagen,
no se identifica con la corriente internacional de partidos ecologistas a nivel
mundial. El partido es un negocio exclusivo en el que solamente se invita a los
más selectos mirreyes de la política. Si bien este 2018 fue arrastrado a los
últimos lugares de la votación junto con el PRI, no ha dudado en presentarse
como socio para el nuevo gobierno de izquierda y por medio del exgobernador de
Chiapas, Manuel Velazco, ya se encuentra en negociaciones para ser parte de la
coalición electoral en la próxima elección de Baja California (BC) y probablemente
en Puebla. Desde antes del inicio del nuevo gobierno con la polémica votación
en el congreso para autorizar a Velazco temporalmente como senador, asumir nuevamente
como gobernador y regresar al senado, empieza a permear su mala imagen. No se
ve que pretenda cambiar la estrategia en el futuro, todo dependerá de que tan
útil pueda ser para morena y que tanto éstos estén dispuestos soportar su fétida
imagen.
El PES surgió como un partido
estatal en BC dirigido a los grupos religiosos cristianos, identificados por
los valores familiares. Dirigidos por un hábil político como es Hugo Eric
Flores a pesar de ser parte de la coalición electoral del Estado de México con
el PRI en 2017, el PES no dejó pasar la oportunidad y contra todo sentido
ideológico se sumó a la campaña de AMLO, quien seguramente calculó las ventajas
de un tercer partido en la alianza “juntos haremos historia”. Aunque
legítimamente el partido no cumple con los requisitos para mantener el registro,
la demora en su liquidación y la buena voluntad de AMLO, que como sabemos goza
de un poder absoluto, seguramente lo mantendrá con vida.
Del PRD no hay mucho que decir,
mordieron más de lo que podían tragar, dicen que la victoria tiene puchos
padres y la derrota es huérfana, en 2006 y 2012 el partido fue competitivo y
aunque no ganó la presidencia logró curules y gubernaturas. Aquellos que
ocuparon los puestos más relevantes sobreestimaron sus méritos y le dieron la
espalda al responsable de sus victorias, AMLO. Hoy es cuestión de tiempo para
que lo que queda del partido busque nuevos rumbos, la mayoría buscará cobijo en
Morena. El partido puede o no perder el registro, pero sin duda será
intrascendente.
El enigma más grande es lo que
sucederá con el PRI y el PAN, si en 2000 muchos creían que el PRI no podía existir
sin la presidencia, el partido demostró que el poder se encuentra más allá de
la silla del águila. Con un trabajo disciplinado en sus bastiones estatales, el
partido logró mantener las alianzas, objetivos e intereses en común, quizá no
hay frase que refleje mejor la doctrina priista que “el que se mueve no sale en
la foto” del finado sindicalista Fidel Velázquez. Los siguientes años le
terminaron por dar la oportunidad al “partidazo” de resurgir, la melancolía por
los años de prosperidad, trajo de vuelta al PRI a la presidencia con Peña Nieto
en 2012. Tras la contundente derrota del año pasado, los escenarios catastrofistas
están a la orden del día. ¿Hay oportunidad nuevamente de un resurgir basada en
la idea de “el PRI si sabía gobernar? La estrategia del 2012 se basó en el
“nuevo PRI” una generación de jóvenes que supuestamente heredaban lo bueno del
partido sin la carga de desprestigio del pasado. El resultado, el peor saqueo
en muchos años, robo al erario público más allá de todas las formas. ¿Qué
podría ser entonces lo que ofrezca el “nuevo- nuevo PRI? No se sabe, se plantea
incluso cambiar el nombre, pero dudo que esto ocurra, por lo pronto parece que
los lideres están entendiendo muy bien el momento, no pueden luchar contra la
corriente, y como comenté en mi anterior texto, es momento de guardar silencio
y dejar que las cosas caigan bajo su propio peso. Si colabora con el gobierno
actual no será visto como un obstáculo, como el causante de las desgracias que
se niega a aceptar su responsabilidad.
EL PAN se encuentra en el caso
contrario, a pesar de ser el segundo partido en importancia en términos de
votación y de espacios en el congreso, para la elección de 2018 hizo mal todo
lo que pudo haber hecho mal, desde elegir al candidato menos rentable, (sin
embargo, para Ricardo Anaya, el candidato presidencial se puede decir todo lo contrario,
hizo todo lo que debía hacer en la búsqueda personal del poder, llegando hasta
donde podía hacerlo) hasta diluir su base ideológica con los partidos de
izquierda PRD y MC. Hoy el PAN tiene abiertos demasiados frentes, tanto
internos como externos y no parece que dentro de sus partidarios exista alguien
dispuesto a luchar por regresar la identidad al partido y la bandera moral
basada en los principios que le ganaron el favor del electorado años antes.
Cuadros tiene, se puede hablar por ejemplo de Laura Rojas, de Hector Larios, de
Ernesto Ruffo y sobre todo de Javier Corral, sin embargo, no han podido
capitalizar esfuerzos para oponerse a la influencia de Anaya, quien ni picha ni
cacha ni deja batear. Tan escasos andan de argumentos que intentan hacer un
caso de conspiración la muerte de Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle y
arrimarse a la sombra de sus nada rentables imágenes.
La ciudadanía es consciente de la
necesidad de un cambio, pero no todos están dispuestos a sacrificar lo que sea
necesario para el cambio, por ejemplo, en la lucha contra la extracción y
comercialización ilegal de combustibles no todos están dispuestos a sacrificar
el uso de sus vehículos para acabar con el robo a los ductos; he ahí el área de
oportunidad del panismo. Desgraciadamente hoy solo juegan a reaccionar a cada
paso de Lopez Obrador, siempre con resultados contraproducentes, esa postura los
puede llevar a convertirse en lo que fue el PRD para el sistema político, la
obstrucción radical de la gobernabilidad, para terminar por ser vistos como una
carga, más que como una alternativa. Su futuro depende de la superación de la
influencia e Anaya, y la correcta lectura de los tiempos. Para las siguientes
elecciones deberían aplicar una estrategia de contención de daños, empezando
por BC. En el mediano plazo pueden ser la alternativa a morena o pueden caer en
la irrelevancia del PT.
Morena vive por y para AMLO,
ahora tras ganar el poder no se ve el más mínimo indicio de independencia, al
contrario del PRD todos en el barco saben a quién le deben el asiento, y aunque
por supuesto que aspiran a más, no dejarán de apoyar al presidente, nuevamente
“el que se mueve no sale en la foto” y hoy Ebrard, Monreal y hasta Batres están
más cerca que nunca del poder. AMLO no es joven por lo que el partido debería
pensar a mediano y largo plazo, pero dada la naturaleza del partido,
difícilmente cualquiera de los militantes antes mencionados buscará apuntalar
el partido antes que sus carreras.
Hasta aquí se habla desde el
punto de vista del pragmatismo político, en la búsqueda del poder existen otros
factores no ponderables, como son los efectos circunstanciales de la realidad,
algunos previstos como las candidaturas independientes y otros improbables como
los desastres naturales; así como también se debe considerar las nuevas
dinámicas en la comunicación; si hoy las redes sociales y los influencers son la tendencia, nada
garantiza su superación por nuevas formas o incluso la expiración y el retorno
a medios más formales, así como el planteamiento mismo del sistema electoral
que bien podría sufrir cambios, ya lo vemos con el recorte presupuestal, el
cual en un futuro podría alcanzar a los partidos. Hagan sus apuestas…