jueves, 22 de noviembre de 2018

Cambió el régimen, ¿cambió la participación política de la sociedad?


En 2014, en el marco de la agenda del Pacto por México, el sistema político electoral fue objeto de la más reciente reforma electoral. En ella se modificaron aspectos institucionales del sistema electoral (modificaciones al antes llamado Instituto Federal Electoral para darle alcance Nacional y se legisló sobre la posibilidad de generar consultas ciudadanas), del régimen político (creación de gobiernos de coalición y cambios en el período de transición) y del modelo de competencia electoral (se reglamentaron las figuras de candidatos independientes y se avaló la reelección de legisladores). Esta reforma generó grandes expectativas para las elecciones federales en 2015, en el contexto de los mayores escándalos de corrupción en el sexenio de Enrique Peña Nieto, la sociedad ponía a prueba dos mecanismos electorales: la consulta popular y las candidaturas independientes. Ambas representaban la superación de los partidos políticos como obstáculos para la participación ciudadana en el objetivo de perfilar un mejor rumbo para México. La primera quitándole el control absoluto de la agenda legislativa al congreso y la segunda como la posibilidad de la alternancia fuera de los partidos políticos.   

 

Hoy recordamos los resultados de esas iniciativas como falsas esperanzas. la elección dejo ver que el sistema político no estaba abierto a un cambio por las buenas. Fiel a la tradición política mexicana del siglo XX, las reformas estaban diseñadas para que nada cambie. Las reglas de la consulta popular no dieron margen de maniobra a los cambios reales (no puede consultarse sobre: I. La restricción de los derechos humanos reconocidos por la Constitución; II. Los principios consagrados en el artículo 40 de la Constitución; III. La materia electoral; IV. Los ingresos y gastos del Estado; V. La seguridad nacional, y VI. La organización, funcionamiento y disciplina de la Fuerza Armada permanente) de tal forma que ninguna de las 4 propuestas de consulta logró llegar a las boletas electorales. Para el caso de las candidaturas independientes los requisitos terminaron por ser excesivos para los ciudadanos sin carrera política previa, casi en su totalidad fueron ex militantes de los principales partidos políticos con estructuras clientelares quienes terminaron por hacer uso de tal condición.[i]

 

¿Fueron esas las circunstancias que prepararon el camino para la aplanadora electoral de Andres Manuel López Obrador y su partido MORENA? Está claro que en la elección del 1° de julio, la ciudadanía optó por la promesa de un cambio radical, un cambio que sacudiera de fondo las estructuras que permitieron el escándalo de la casa blanca y los desfalcos de diversos gobernadores del PRI. Las luchas desde la sociedad civil como la propuesta 3 de 3 y el Sistema Nacional Anticorrupción fueron muestra del insuficiente alcance del esfuerzo por hacer cambios “desde fuera”.

 

Hoy, a unos días para la toma de posesión del presidente electo, en México se siente un ambiente extraño, por un lado, la incertidumbre de estar parados en un mundo fuera del control de los viejos políticos, con todas las posibilidades que el optimismo ofrece; y, por otro, con los adversarios apabullantemente derrotados actuando como antes de la elección, sin tener claro cómo es que fueron despojados del poder y sin dejar de señalar que los nuevos detentores no son mejores que ellos en cuanto a calidad moral y probidad se refiere. Su apuesta es que más temprano que tarde la decepción ciudadana los pondrá de nueva cuenta en el tablero de juego.

 

¿Hacia dónde se decantará la realidad? Y sobre todo ¿será esta una nueva oportunidad para marcar el tono desde la ciudadanía? Hay razones para aceptar el reto como sociedad civil. A pesar de haber ganado con un amplio margen y absoluta legitimidad, el voto de Lopez Obrador va más allá de él mismo: en gran parte significó un consenso en contra de un desprestigiado PRI. Quizá sólo en los momentos críticos de la historia de México ante el asedio extranjero se había dado tal consenso de ideas y voluntades, todos tienen los ojos en el mismo balón, un cambio en la práctica política, en la búsqueda de un servicio público digno y a favor de la sociedad. Si como dicen los adversarios de MORENA, los nuevos políticos resultan más de lo mismo, no significa que se alterarán los mencionados anhelos públicos. Las demandas cívicas de menor corrupción, honestidad en el servicio público y rendición de cuentas seguirán ahí como bandera para nuevas propuestas de hacer política.

 

Ante la alta polarización del momento los opinadores oficiales se quejan de que las redes sociales son un calvario; todo mundo opina, refuta y argumenta. Los buenos tiempos donde su voz y sus letras eran absolutas quedaron atrás. Las posturas prepotentes y abusivas de servidores públicos son inmediatamente circuladas en las redes sociales, cumpliendo de esta forma el papel que la prensa tuvo mucho tiempo atrás como contrapeso del poder.

 

Quizá es una etapa de transición y, como en todo proceso de transición, hay pasos hacia adelante y pasos hacia atrás, decisiones institucionales carentes de sentido y legitimidad no faltaron en el proceso electoral de 2018 (casos de interpretaciones absurdas a la Constitución como en los casos de Miguel Angel Mancera y Manuel Velasco para acceder al Senado o el caso de la candidatura independiente del todavía gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón). La interrogante ahora es ¿quién o quiénes tomarán la iniciativa?




[i] Como no toda victoria es absoluta, tampoco la derrota. De entre los candidatos sin partido y compitiendo bajo reglas mañosas, dos candidatos dieron la sorpresa: Manuel Cloutier Carrillo, hijo del fallecido Maquío, se coló en el congreso como diputado con una votación superior al 40% del total por su distrito en Sinaloa. El segundo fue un joven de 25 años, Pedro Kumamoto, quien con una estrategia basada en redes sociales y bajo presupuesto ingresó al congreso de Jalisco. La elección de ambos significó la excepción que confirma la regla, pues a pesar de los esfuerzos, los cambios reales requieren de mayorías.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Aun creo que se terminará el aeropuerto de Texcoco



El presidente electo de México, Andres Manuel Lopez Obrador (AMLO) prometió en campaña que cancelaría el Aeropuerto en construcción en Texcoco, una vez electo aseguró que revisaría el proyecto, posteriormente lo puso a consulta y finalmente declaró que el proyecto se cancelará definitivamente al tomar posesión. Aun así, me parece que la opción de continuarlo aún está sobre la mesa.

El conflicto por el aeropuerto no es más que un botón de muestra del tono del enfrentamiento que se observará durante todo el sexenio. En un país en que a la elite económica no parecen conflictuarle los niveles de pobreza que arrastran a más del 50% de la población para referirse al régimen político como una democracia plena, la llegada de un movimiento que promete un cambio sistémico es un atentado a sus intereses y por tanto fuente de conflicto.

Empresarios, políticos, medios de comunicación y demás comparsa prenden los signos de alerta al darse a conocer las medidas sobre su negocio aeroportuario y hacen uso de todos los recursos a su alcance para dibujar el mundo sombrío que le esperaría a los mexicanos si se atenta contra sus intereses. La misma historia de Brasil, Ecuador, Argentina y demás países de la región que en la década pasada otorgaron el mandato popular a la izquierda política. ¿Tendrán México y AMLO el mismo destino?

AMLO tiene dos características que pueden llevar su mandato a un final distinto, un profundo conocimiento histórico de la política y un olfato político que lo obliga a ser pragmático y lo mantuvo vigente por dos sexenios. Cuando los medios elitistas hablan de ignorancia financiera parecen desconocer su paso por la Ciudad de México, e insisten en las mismas tácticas que fracasaron en 2012 y 2018, la amenaza de la huida del capital no es una herramienta efectiva para mover a la opinión pública, pero parecen no entenderlo y los resultados de la consulta son muestra de ello.

La elección de una opción inviable como sería la adaptación del aeropuerto militar en Santa Lucia es muestra de que tan lejos está dispuesto a ir AMLO para logar su misión histórica. "O se alinean o serán arrasados "es el mensaje, todos los medios están sobre la mesa. La elección del reconocido economista Jonathan Heath para subgobernador del Banco de México y la negociación del nuevo tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá son muestras de su pragmatismo político, pero al mismo tiempo la baja de salarios para la clase política, en particular para el poder judicial es una señal clara de que su programa de gobierno busca reestructurar la distribución del ingreso de forma permanente.

¿Dará resultado la estrategia? Puede ser que el sector privado de por perdida esta batalla y tan pronto como la siguiente semana, ante la imposibilidad de mantener las bolsas y el tipo de cambio manipulados, cedan a un arreglo. Ignoro cuál es la muestra de colaboración que pide a cambio Lopez Obrador, pero en caso de obtenerla y seguir con el plan del aeropuerto sería muy ingenuo dar por concluida la guerra. La situación del expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva es muestra del rencor del capital.

El cambio histórico en cualquier contexto conlleva la combinación de muchas variables, contando entre ellas la suerte, y seis años son demasiado tiempo como para no sufrir desgastes y poco tiempo como para modificarlo todo, a partir de ahora AMLO deberá elegir cuidadosamente sus batallas, pero, sobre todo, no dar blanco para los que él llama adversarios, que no son sino otra cosa que enemigos de la democracia.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Reseña: “David y Goliat- Desvalidos, inadaptados y el arte de luchar contra gigantes” de Malcom Gladwell


A todos se nos ha dicho alguna vez “si la vida te da limones haz limonada” toma la oportunidad y olvídate del resto. La frase puede tener todo el sentido cuando de sobrevivencia se trata, pero encierra una practicidad simplista. Cuando se expresa a individuos con aspiraciones mayores al “sobrevivir” suena como un consuelo salido de la mediocridad, “no puedes”, “no debes”, “no lo intentes”.

La historia bíblica de la lucha del pastor David contra el guerrero gigante Goliat puede en primera instancia encasillarse en el primer contexto- el de la sobrevivencia- después de todo, se trataba de una guerra entre dos pueblos, encontrándose los israelitas de David ante la posibilidad de caer en la esclavitud ante los filisteos. Pero el análisis de Malcom Gladwell a esta historia deja ver claramente como David nunca contempló esa posibilidad, el pequeño pastor no estaba dispuesto a conformarse con nada que no fuera el destino que Dios tenía preparado para su pueblo. David no era un niño con una honda, era un artillero listo para atacar a larga distancia. Goliat con su espada y su gran tamaño nunca tuvo oportunidad, solamente mostró un mejor blanco para la puntería de su contrincante. El pueblo de Israel mantuvo la libertad y ganó un gran prestigio, no solo la supervivencia.

“David y Goliat” es un libro de superación personal único en su estilo, no es para cualquiera, no ofrece una guía para “hacer limonada”. En nuestras particulares circunstancias, en las manos adecuadas equivale a entregarle “El Príncipe” de Maquiavelo a Lorenzo II de Médici, equivale a brindar la inspiración necesaria para ganar al equipo de béisbol que va abajo en la novena entrada. Malcom Gladwell nos enfrenta a un cambio de perspectiva a través de la narración de una serie de historias: ¿Porque un grupo pequeño es una ventaja en términos de aprendizaje escolar? ¿Es siempre el dinero una ventaja? ¿Cómo es que un alto porcentaje de empresarios exitosos son disléxicos? En todas ellas se nos pregunta ¿estás seguro de cuáles son tus ventajas y desventajas? Desde las luchas en el campo profesional, como el entender y curar una enfermedad, hasta los movimientos de liberación nacional, el autor nos obliga a ver el terreno de juego de otro modo, las reglas están ahí para aquellos en determinadas circunstancias, nada más que la aceptación de nuestra parte de las reglas, se interpone en nuestro objetivo. El atreverse a verlo es en verdad el reto.

En las páginas de “David y Goliat”, se habla de la movilización por los derechos civiles en Estados Unidos, pero podría hablar de la lucha contra el Apartheid en Sudáfrica; habla de la lucha de Lawrence y el pueblo Beduino contra las tropas turcas, pero bien podría hablar de la historia de William Wallace y los escoceses contra la dominación inglesa; nos habla de la resistencia de los católicos en Irlanda del Norte, pero podríamos identificarlo con la resistencia de Vietnam contra Estados Unidos. En todas ellas los gigantes tarde o temprano fueron derrocados.

Gladwell argumenta con datos científicos, históricos y deportivos, pero en el fondo nos habla de una sola cosa, de “política”; del mundo tal como está planteado y como debemos plantearlo si queremos cambiarlo como lo han hecho otros. Tiene sentido, después de todo, la gente que no piensa en política no tiene sueños y “David y Goliat” es un libro para soñadores.