sábado, 18 de febrero de 2017

El complejo de mirar al sur


Si en algún momento los países de Latinoamérica no quisieran ser como México ese momento es ahora. Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, México ha sido el esparring de boxeo para obtener el aplauso fácil al interior con su política “Make América great again” basada en la xenofobia y el nacionalismo a ultranza. Incluso el presidente venezolano Nicolás Maduro a preferido voltear la cara hacia otro lado y tratar de quedar fuera de la bazuca declarativa de Trump.

Hasta ahora ha habido pocas referencias a la región, seguramente por el desconocimiento de las agendas nacionales. El nuevo presidente se ha pronunciado en favor de los diálogos de paz en Colombia, ha hablado telefónicamente con el presidente argentino Mauricio Macri (a quien conoce previamente por negocios en común) y recientemente se declaró por la liberación del opositor venezolano Leopoldo López.

Sin embargo, todos los países saben que, si bien no están en los zapatos mexicanos si en el mismo barco en temas como la migración y el comercio, de ahí que la respuesta inmediata sea cerrar filas con México.

Mientras que Brasil y Argentina han dado su apoyo y señalado su disposición a mejorar las relaciones comerciales, Bolivia ha sido más agudo por el lado político en boca del presidente Evo Morales, quien tendió la mano a México, para reforzar las posturas de no solo los emergentes de la región por medio de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), sino del grupo de países emergentes en las Naciones Unidas el G77.

Hasta el momento no ha habido una declaración por parte de la cancillería mexicana a la invitación boliviana, ¿pero sería conveniente a los intereses mexicanos aceptar dicha propuesta? Evo Morales sabe perfectamente que el actual gobierno de México difícilmente tomará una postura a favor del regionalismo propuesto, no solo por el actual gobierno, sino por la tradición política en materia internacional del país. 

México alguna vez fue parte del G77, grupo al que abandonó en 1994 por considerarse mejor representado en el grupo selecto de países en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Tal salida es muestra de una política exterior desubicada y auto flagelante pero constante de México, “hasta en los perros hay razas” parece ser la interpretación al silencio hacia el presidente boliviano.

Dentro de la tradición en política exterior mexicana se ha defendido la no intervención (Doctrina Estrada), al tiempo que gusta de asumir posturas de facilitador de negociaciones en los conflictos (política en los años 80 sobre todo en Centroamérica) y de preferir las negociaciones por fuera de los bloques (terminando por romper consensos regionales como por ejemplo entorno a las negociaciones de deuda de los 80, en el Consenso de Cartagena).

Interesante que se invite a fortalecer la CELAC, no Unasur y no Mercosur. La CELAC recordemos fue creada en México, bajo la presidencia de Felipe Calderón, en los tiempos en que la bandera de la integración era exaltada por el presidente brasileño Luiz inacio Lula da Silva y el presidente Venezolano Hugo Chávez. No suena descabellado pensar que el objetivo era reorientar el proceso integracionista de aquel momento. Hoy vemos que el momentum de la organización ha pasado y en la última cumbre en República Dominicana el desinterés se hizo evidente, al participar una minoría de presidentes, entre los cuales estuvieron ausentes los de México, Argentina y Brasil.

La invitación de Evo Morales parece ser más bien un coqueteo malicioso, quizá un llamado no al gobierno sino a otros actores políticos, a aquellos que pueden cambiar el rumbo de la política exterior y tienen claro que no existe la llamada “relación especial” entre México y Estados Unidos como la hay entre éste último e Inglaterra  y que mantener la postura de rechazo a los bloques integracionistas de la región (la alianza del pacífico dista mucho de serlo) no repercutirá en ningún beneficio para los intereses nacionales y si en su constante degradación.

Evo sabe bien que si logra alinear a México en la idea integracionista de la CELAC y en el grupo de países emergentes del G77 los bloques tendrían nuevas cartas para negociar en el juego multipolar. Después de todo, México tiene argumentos contra la postura del presidente norteamericano, pero los actuales dirigentes nacionales no piensan en geopolítica por las mismas causas que les impiden solucionar situaciones tan graves como la corrupción, por no convenir a sus intereses personales, y en  cambio están dispuestos a recibir lo que sea que el señor Trump quiera dar. Es quizá no un llamado a esta administración sino una primera aproximación para el que viene. El tiempo dirá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario