A estas alturas de la vida
democrática mexicana ya debería ser claro para el elector que más allá del
candidato, el equipo que lo acompaña será la diferencia en el gobierno. Sexenio
tras sexenio, al ver los nombramientos de los equipos de transición
y su
posteriores roles dentro del gabinete empiezan las decepciones de los votantes,
háblese de los partidarios de Enrique Peña Nieto al ver a la vieja guardia
priista cuando se pensó que había votado por un nuevo PRI o háblese del
gabinete de la 4ta transformación al ver personajes como el mal afamado Manuel
Barttlet. Gobernar no es solo la toma de decisiones, es la capacidad de
dirección y la firmeza para asumir retos y compromisos, dado que no todo está a
la vista del presidente, el grupo que lo rodea en la administración es de
absoluta relevancia.
Hablar de funcionarios
experimentados o novatos, es irrelevante, los años dentro del aparato
burocrático no son un estándar para determinar la disposición de conocer,
rectificar o continuar con el trabajo realizado en las dependencias. Bajo la
promesa de una 4ta transformación tan profunda como la independencia, la
reforma y la revolución, un gobierno con altas expectativas amerita la revisión
de toda la estructura y todos los procesos que competen a la administración
pública federal; desde luego mantener lo que funciona, como ha sido el caso de
las líneas de crédito del Fondo Monetario Internacional o las coberturas
petroleras, pero sin tener miedo a los cambios de fondo, y hoy por hoy la
apuesta de cambio desde adentro como gobierno para la transformación ha quedado
corto.
Un fenómeno común en una
burocracia anquilosada y complaciente (o el elefante reumático como la llamó el
presidente) es irse por el camino fácil, al presentarse los temas a cargo de
los nuevos funcionarios se tienen dos opciones, o se mantiene el trabajo del
área a su cargo, o se va a fondo en la comprensión de lo que se espera de esta
y se replantea. En año y medio de la administración López-Obradorista parece
que la mayoría ha optado por la primera, la vía fácil, el llegar, preguntar a los
subalternos que se hace y ordenar continuar bajo los mismos rieles. Nuevamente,
no es una cuestión de experiencia o falta de ella, tanto como puede tomar las
riendas un viejo burócrata y llevársela sin complicaciones por todo el sexenio,
como puede llegar una persona ajena a la administración pública y preferir
afrontar los retos. El hecho es que esa no es la ruta para ninguna
transformación. Uno a uno de los equipos de las diferentes dependencias
deberían ser evaluados bajo un criterio de alta eficiencia y cumplimiento con
sus objetivos.
Bajo un criterio transformador
resultaría que en primera instancia entre quienes se han atrevido a buscar el
cambio se encuentra ni más ni menos que el mencionado Bartlett. El señor de las
múltiples casas es el que ha estado más dispuesto a cuestionar y remover los
cimientos de instituciones anquilosadas por el tráfico de influencias. Su
reputación ya de por si no muy buena ha sido profundamente cuestionada y sin
duda ha afectado la de la presidencia, pero los criterios buenos o malos tanto
de los contratos con privados para el traslado de electricidad como en la
compra de energías limpias a privados muestran un trabajo para cambiar la
dirección planteada desde la titularidad del ejecutivo. Si los medios y la
opinión pública que alimentan son la mayor de las resistencias ¡Bienvenidas! Para
una sociedad altamente indignada y abusada por el estatus quo, la percepción de que se están buscando cambios será
recompensada; para muestra lo favorable de las opiniones respecto de los
recientes recortes salariales en la administración pública. Además de Barttlet
¿qué Secretarios, subsecretarios o directores generales están sacando la cara
por la 4ta transformación?
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