Las imágenes de estrategias para
pasar el tiempo en cuarentena como instructores de aerobics desde las azoteas o
cantantes de ópera dando conciertos desde un balcón han sido ampliamente
difundidas por las redes sociales. Hasta el momento el aislamiento social es la
forma más eficiente de evitar contagiarse del coronavirus; las escenas llenan
de optimismo y llaman a la solidaridad de la sociedad para afrontar la
pandemia, resulta muy fácil empatizar y comprometerse a cooperar bajo los
mismos términos, si se está en el lugar en el que las imágenes fueron filmadas,
España, Italia y otros rincones de Europa.
La realidad mexicana es un poco
más complicada, con índices de informalidad del 56%, y un 14.8 % de población
que vive de sus ingresos día con día, se puede ver que afrontar el problema de
la Covid-19 implica enfrentar un reto mayor, sobrevivir.
Boleros, enbolsadores de
supermercados, entre otras actividades fuera del sector formal, ni siquiera
piensan en las consecuencias de la enfermedad, el reto mantenerse día a día es
su único horizonte. Como no hay opción, solamente cuando no hay clientes o
cuando la empresa que los contrata les indica que no trabajarán, es cuando
seguir las políticas de salubridad se convierte en la única salida. A
diferencia de otras latitudes, en México la solidaridad se está viendo escaza,
para mala fortuna de los liberales publicistas de la meritocracia, no hay forma
de superar el reto solos, el salir delante de esta crisis de salud es un
problema social.
Es de una ignorancia monumental
pensar que la enfermedad solo afecta a los ricos, pero en el fondo, algo que
hace sentido en la recriminación que merece el sector de mayores ingresos de la
población. Efectivamente, es una enfermedad que se contrae en primera instancia
mediante la migración, primero desde el lugar de origen en China, después en
Europa; al menos durante un período no es una enfermedad a la que cualquiera
está expuesto. Una vez llegada a la etapa de contagio comunitario, como en toda
crisis, las personas de menores recursos serán los más vulnerables.
Al mismo tiempo, es triste ver la
mezquindad de las estrategias no gubernamentales que surgen desde la agenda de
los que tienen más, de los empresarios, pobres empresarios que sugieren que se
les condonen impuestos, que se les subsidie, y en grados de cinismo, que se les
apliquen políticas que son irrelevantes a la crisis como el del etiquetado,
bien dicen que las crisis son una oportunidad, oportunidad para acaparar y
atizar el rencor de las mayorías. La medalla de oro se la lleva ALSEA, que
recientemente ha ofrecido plata o plomo para sus empleados, tomar unas
“vacaciones” no pagadas o tomar la puerta. La utilidad se obtiene vía salarios,
no están para atender a modas como buenas prácticas ambientales, sociales y
corporativas como en Starbucks de Canadá o Estados Unidos donde se
solidarizarán con los salarios de los empleados durante algún tiempo.
Resultaría por lo menos
reconfortante para el futuro de la sociedad pensar en la pandemia como “el gran
nivelador” como Walter Scheidel titula a su libro respecto de las plagas y la
violencia en la historia, pero el efecto no es hombre a hombre, es un impacto
en vidas disparejo, que solamente al final dejaría ver cuánto equivalen en
número de vidas de los de abajo en términos de los de arriba, una recalibración
por selección natural.
Sin duda el momento presenta un
problema con muchas aristas, la capacidad de atención médica, las consecuencias
económicas, el rol de la sociedad, etc. Ninguno de ellos debe poner en segundo
plano el deber del Estado de, en primer lugar, salvar vidas, ni tampoco el
papel de los individuos, de actuar de acuerdo a la estratega de salud pública
en lo que está en nuestras manos.
Llegan mensajes de figuras del
exterior señalando: México es más grande que sus problemas, y seguramente busca ser un mensaje positivo,
pero que en el fondo revela un imaginario social lleno de clasismo, “El México
de los mexicanos que pueden al igual que los europeos tomar las medidas
necesarias, debe hacer el esfuerzo para salir adelante” el resto de la
población seguramente serían los que cargaron con el progreso del país en
tiempos de Porfirio Díaz, y la carne de cañón en tiempos de la revolución, como
los nombra Mariano Azuela en el título
de su novela, “Los de abajo”.
No romanticemos el aislamiento de
la distancia social, promovamos las medidas de solidaridad realmente necesarias
por un México para todos.
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