imagen "un domingo en la alameda" de Diego Rivera
Cuando escucho a los funcionarios
públicos que participan en negociaciones internacionales decir que trabajan por
México, no lo dudo, lo que cuestiono es: ¿estamos entendiendo lo mismo al
referirnos a México?
No pretendo entrar en la
discusión sobre las definiciones de Estado-nación[1],
pero si señalar que cuando hablamos de “México”, dependiendo del estrato
socioeconómico de la población se está haciendo referencia a una concepción
particular y que ante la toma de poder por parte de Andres Manuel Lopez
Obrador, lo que está en disputa es la concepción que tienen los
favorecidos económicamente.
En México, la victoria electoral
de AMLO se debió a su propuesta de anteponer las necesidades de supervivencia
de la población excluida, así como el fin del saqueo generado por la corrupción
institucional y en general, de una promesa de mejor distribución de los beneficios
del Estado.
Una vez reconocido el resultado
electoral, la parte de la población que hasta ahora ha cubierto sus necesidades
de bienestar, no ha asimilado que lo que se aproxima es el control del aparato
jurídico-institucional por intereses contrarios a los suyos.
Desafortunadamente, mientras que para los excluidos permanentemente, la
identificación de sus intereses con los del nuevo gobierno (respecto al uso del
aparato estatal) no son del todo claros, para las elites del sistema (bajo sus
diferentes rostros: medios de comunicación, escuelas privadas, empresarios,
burocracia dorada, etc.) no hay duda alguna, cualquier medida redistributiva es
un ataque directo a su condición y la polarización es la pérdida de control
sobre hechos que iban ligados a sus intereses, disfrazados de política
nacional. Ellos tienen la gran ventaja de saber plenamente que cuando hablan de
“México” hablan de SU fuente de bienestar. Si se bajan los sueldos de los
funcionarios públicos, se está afectando a SUS funcionarios públicos, si se
cambian los métodos de manejar las licitaciones se está afectando SUS jugosos
contratos, si se modifican los perfiles de los funcionarios públicos se afectan
a SUS egresados y sus fuentes de trabajo.
Así, antes de entablarse en una
discusión eterna entre chairos y fifís, la próxima vez que escuche argumentos
que hablan del desastre que espera a “México” en el siguiente sexenio, considere
que al “México” al que aluden no es el que refiere a la identidad entre
paisanos, ni a las tradiciones culturales, ni mucho menos a un sentido patriótico;
ponga atención a lo que escucha y en lugar de “México” escuche “mi aparato de
privilegios” y entenderá como desde el punto de vista de sus intereses no hay
duda del porqué del fatalismo (piense en los funcionarios públicos que perderán
sus seguros particulares, cuando el resto de mexicanos tiene que ir a
instituciones de salud públicas). Con esto reevaluará si vale la pena o no
hacer caso de las críticas al nuevo gobierno y sobre todo, si está dispuesto o
no a permitir que esas críticas cancelen los cambios planteados por el nuevo
gobierno en aras de evitar la politización con sus conocidos.
[1] El orden mundial en el siglo XXI está basado en las
relaciones entre entidades que reconocemos como Estados, pero esto no ha sido
la constante, en otros momentos de la historia las sociedades han creado lazos
de pertenencia a través de identidades como la religión, las familias, las
clases sociales, los reinos, entre otros. El Estado es solamente la figura que
logró aglutinar de forma más eficiente a la sociedad a partir del siglo XVII a
medida que se expandía el sistema de producción capitalista. La concepción del
Estado-nación logró superar los beneficios que las otras identidades ofrecían a
los individuos y obtener su lealtad por medio de estrategias narrativas de
amplio consenso, como lo son: una historia fundacional, los símbolos patrios,
el idioma, e incluso la religión, dando un sentido de pertenencia a sus
miembros. Al funcionar como aglutinador de esfuerzos, el aparato
jurídico-institucional del Estado logró dar a una parte de la población
seguridad, empleo, y demás medios de supervivencia, es decir un estado de
bienestar.
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