La legitimidad es singular, a
pesar de que depende de quien mira, se tiene o no se tiene. No tiene una expresión
material, como una constancia, la opinión pública es el termómetro de ésta.
Estos son tiempos adversos, de la
perdida de vigencia de los modelos ideales de representación política, mucho
trecho se ha avanzado y muy atrás se quedó la ciencia política. No se puede
culpar a la sociedad por expresar su malestar con todo y contra todos. De
hecho, la dura realidad quizá ameritaría más violencia de la que ha ocurrido;
la gente se está jugando la supervivencia y el ritmo de la vida no tiene
sentido más que en lo superfluo, a los padecimientos que alguna vez daba
sentido la religión hoy no hay como racionalizarlos. Ahora la satisfacción por
un momento con fetiches como los celulares ameritan el jugarse el todo por el
todo. La política debería ofrecer vías de desahogo de esos sentimientos; pero
ese camino es justo el clausurado, es justo el que hoy se está tumbando a
patadas desde América latina hasta Hong Kong. Los gobiernos no han entendido
que lo que se busca son derechos políticos y sociales, no de jure, sino de facto.
En medio de tal efervescencia, en
México los desfachatados consejeros del Instituto Nacional Electoral, atrapados
muy cómodamente en un sistema de democracia representativa, contentos con ser
el árbitro que dirime un proceso electoral en el cual solo caben los que tiene recursos
y que, más aún, se les regalan recursos públicos para el dispendio; salen a
curarse en salud al “advertir” de las consecuencias de no mantenerles sus
privilegios, no se harán responsables de un proceso electoral si este no es
legítimo.
En parte no es su culpa, no es culpa
de Lorenzo Córdova, ni de Ciro Murayama, ni de Marco Antonio Baños, ellos
entraron en otro momento, se integraron a la institución bajo otro sistema, las
cuotas partidistas. Su interés no es ir más allá de preservar el sistema. Es
por eso que Córdova y compañía no conciben las consultas ciudadanas ni la
revocación de mandato, es por eso que, en las convocatorias a conformar las
estructuras burocráticas, los Organismos Públicos Locales (OPLs), los consejos
estatales y distritales, se vuelven a ver las caras viejos conocidos, expertos
en derecho, compadres, exjefes y excompañeros. La evidencia está en las videograbaciones
de entrevistas de los participantes en los OPLs; la experiencia en el gremio
electoral fue siempre la última clausula, en la línea se quedaron ciudadanos,
defensores de derechos humanos y miembros de Ongs con sus buenas intenciones.
No tardarían en verse fiascos como en Chiapas y en Tamaulipas.
El gobierno de Lopez Obrador no está
exento de la experiencia, su victoria electoral se debe leer en el mismo
contexto latinoamericano de falta de derechos políticos por lo que tiene el respaldo
popular para desmantelar todas aquellas instituciones que no son verdaderamente
ciudadanas (ponga en la línea punteada el nombre que mejor le parezca Instituto/Comisión
Nacional de __________).
Como buen estudioso de la
historia Lopez Obrador debe estar consciente de la trascendencia de los
movimientos revolucionarios a sus dirigentes, de una forma o de otra, Carranza,
Obregón, Calles fueron superados por el movimiento. Ha dado los pasos adecuados
en la aplicación de la austeridad y el desmontaje de la complicidad, pero no es
suficiente, el cambio de élites en el gobierno es un buen paso, ayer fueron los
itamitas hoy son del colmex, pero no es suficiente como no fue suficiente el
cambio de élites postrevolucionario.
Los primeros pasos son
importantes, como por ejemplo la redistribución de ingresos por medio de
trasferencias directas, mas no se está tratando con creaturas indefensas, sino
con hombres y mujeres con hambre de ser ciudadanos, de ser sujetos de derechos
y de apropiarse de las instituciones. De mantener la participación política y
burocrática solo dentro de su grupo, a medio mandato Lopez obradorista el otoño
latinoamericano habrá llegado a México.