Hace 5 años sorprendió la reacción
inmediata de un grupo de jóvenes universitarios, a las descalificaciones a sus
legítimos cuestionamientos, por el entonces candidato Enrique Peña Nieto
durante la visita a la Universidad Iberoamericana.
Como ocurre normalmente en la retórica de
las campañas, los candidatos están acostumbrados a hacer oídos sordos a
réplicas a sus palabras, la asimetría del acceso a los medios de comunicación
es una constante; pero no esta vez, la revolución tecnológica dio muestra de su
poder igualador, la réplica de los jóvenes no fue por radio ni por televisión,
fue por un video subido en internet que inmediatamente se difundió por todo el
espectro. La campaña del PRI no podía ignorarla, la espontaneidad de la
respuesta generó expectativas, abrió la ventana de oportunidad para que una
generación creyera que podía hacer oír sus demandas y sus ideas para el próximo
gobierno. De esta forma, la solidaridad y la esperanza se alinearon en
#yosoy132 el N número de personas que apoyaría a los 131 estudiantes cuestionados
de la presentación en la Universidad Iberoamericana que obligó al candidato
priista a refugiarse en los baños.
Rápidamente la creatividad del movimiento
impactó en varios frentes, como los debates, los medios de comunicación y las
propias universidades. Desafortunadamente, lo que la espontaneidad del deseo de
cambio y voluntad del espíritu llevaron a ser el sello de las campañas, se
volvió intrascendente tan pronto como el nuevo gobierno asumió el poder.
A cinco años de distancia, ¿qué
reflexiones son pertinentes de cara a la situación de la juventud en 2017? y
evidentemente, especulado, ¿pudieran ser distintas estas circunstancias de
haber tenido un fin distinto el movimiento? A 18 meses de la próxima elección,
¿hay posibilidad de articular un movimiento similar que establezca una nueva
agenda juvenil?
En primer lugar y sin duda lo más
destacado del #yosoy132 fue la evidencia de que en México existe un espíritu
rebelde en la juventud, recordando el dicho de Salvador Allende “ser joven y no
ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, parecía que México
padecía de la falta de un sector creativo y reaccionario, y que la creatividad
y frescura no podían ser parte de la política nacional, #yosoy132 hizo eso,
reaccionó, cuestionó, exigió y propuso. En segundo lugar, dio ejemplo de que la
historia no lleva una dirección lineal, sino que puede ser trastocada, las
certidumbres no existen, el mundo gira cada vez más rápido, las distancias se
acortan y la comunicación debe ser bidireccional gracias a las nuevas
tecnologías y quien mejor para explotarlas que los jóvenes. Tercero, que se puede
generar una coordinación formal entre los jóvenes para defender una agenda
basada en intereses y preocupaciones en común; más allá de las diferencias
entre puntos de vista políticos, intereses económicos y posiciones sociales;
para el bienestar de las nuevas generaciones.
Cuarto, la organización es un camino que
conlleva aprendizaje, los conflictos internos son un elemento constante en toda
organización y movimiento, sin embargo, el compromiso con la causa debe ser “a
prueba de balas”, por lo que uno de los primeros pasos en la conformación de
una organización debe ser establecer los mecanismos de gobernabilidad, el cómo
dirimir las diferencias al interior, en lugar de permitir la existencia de una gobernanza
donde elementos ajenos tienen influencia de manera informal. De esta forma, una
estructura de toma de decisiones podrá ser suficientemente eficaz y mantener el
respaldo legítimo de los miembros del movimiento, en lugar de, como ocurrió,
estar basado en desconfianzas y hacer de las asambleas eternas la base de la
toma de decisiones, porque se desea una toma de decisiones horizontal.
Esta última podría ser la lección más
importante, pues fue tal el deseo de igualdad lo que burocratizó el movimiento,
lo desgastó y lo desconceptualizó; el inicio del movimiento fue una acción
coordinada bajo la idea de un miembro (el video en respuesta a Peña Nieto), más
adelante, en las últimas etapas, acciones como la preparación de un debate no
se pueden deber sino a iniciativas individuales y bajo otra bandera (más de
131) puesto que para ese momento las asambleas ya eran la base de la toma de
decisiones. La repuesta política de los agraviados por el movimiento fue la
búsqueda de la deslegitimación del movimiento; primero, señalando al
administrador del medio de comunicación oficial del movimiento como agente de
intereses particulares (ligados a un partido político) y en segundo lugar la
cooptación de las cabezas visibles del movimiento (Antonio Attolini, como
conductor de un programa de televisión en la televisora donde se llevaron a
cabo las manifestaciones), nada extraordinario, pero exitoso debido a la
desconfianza y falta de solidez del movimiento.
Quizá con una estructura sin asambleitis, nuevos liderazgos hubieran recogido la bandera #yosoy132 y el respaldo juvenil, pero ¿qué sería diferente en estos momentos?; especulando, se me ocurre que de entrada en el congreso mexicano habría más espacios para jóvenes con la agenda de empleo y de las oportunidades, probablemente la incidencia de los estudiantes pudiera haber sido mayor en la reforma educativa y, finalmente, creo que la constitución de la Ciudad de México hubiera logrado bajar la edad de voto juvenil a los 16 años como se proponía.
Una organización estudiantil y juvenil no
tiene por qué estar basada en la anarquía para mantener su espíritu, el ejemplo
más importante pudieran ser las organizaciones estudiantiles chilenas, que año
con año luchan y mantienen una agenda permanente de cambio en la educación,
teniendo éxitos del tamaño de la obtención de curules en el Congreso. Creo que
ese es el camino que se deben plantear todos, TODOS los grupos estudiantiles,
dejar el sectarismo y las manifestaciones cada 2 de octubre como acciones
principales, sentarse, dialogar y avanzar en una agenda que no deje el gobierno
a la gerontocracia. Hoy para la generación joven denominada milenials, (por obra de la mercadotecnia) los retos son claros: las jubilaciones, el desempleo, la falta de oportunidades
y acceso a vivienda independiente de sus padres. Cada grupo, cada individuo
tendrá sus propias perspectivas, pero en lo que sin duda todos estarán de
acuerdo es que no querrán dejar en manos de las personas mayores de 50 años el
destino de su patria como ocurrió en la elección norteamericana y el referéndum
de Gran Bretaña.